La mirada constante al entorno es una de las máximas que deben asumir los directivos de las empresas. En este sentido, la gestión de riesgos consiste esencialmente en observar los cambios, amenazas y debilidades de la empresa en relación con la realidad, planificando proactivamente posibles contingencias futuras.
En este artículo te explicamos qué es la gestión de riesgos y qué pasos debes llevar a cabo para aplicarla en tu proyecto.
¿Qué es y para qué sirve la gestión de riesgos?
Todos esperamos que nuestro proyecto se desarrolle exitosamente y sin problemas, pero lo cierto es que pueden suceder cosas que comprometan la consecución de los objetivos establecidos.
Aquí entra en juego la gestión de riesgos, que son todas las acciones, reflexiones y estrategias que tienen como objetivo proteger a una empresa. Estas estrategias generan además valor dentro de la propia organización, facilitando su estabilidad, la mejora de la competitividad y la consecución de sus objetivos.
Conocido también como risk management, este enfoque permite identificar y dar respuesta a cualquier variable que pueda afectar al éxito del proyecto o a su timing, con el fin de minimizar sus efectos si ese riesgo se materializara.
En este contexto, la palabra riesgo tiene que ser perfectamente entendida. El riesgo son todos aquellos elementos que pueden surgir en el futuro y que tengan como consecuencia la generación de incertidumbre o inestabilidad dentro de la compañía: desde la pérdida de clientes o el uso de instalaciones obsoletas, hasta otros riesgos de tipo externo, como cambios en las tendencias del mercado o causas de fuerza mayor.
En definitiva, la gestión de riesgos no es más que un modo de estar protegidos ante cualquier circunstancia que pueda suceder en el futuro, con el objetivo de que la compañía o el proyecto perduren a lo largo del tiempo.
¿Por qué es importante la gestión de riesgos?
La gestión de riesgos tiende a ser más importante cuanta más gente y recursos involucra. Por tanto, aquellos proyectos más sencillos o que se desarrollen en un corto espacio de tiempo, no suelen requerir de un plan de gestión de riesgos, aunque nunca está de más que el equipo determine posibles eventualidades que podrían afectar al proyecto.
La realidad suele cambiar con el paso del tiempo, por lo que analizar los riesgos de forma periódica, es fundamental para poder anticiparnos proactivamente a los riesgos. Factores como la aparición de una nueva tecnología o un cambio de ley en un determinado país, pueden conllevar que el proyecto fracase si no hemos establecido cómo actuar ante esta situación.
Tan relevante resulta esta herramienta que incluso existen normativas públicas para tratar de protocolizar este tipo de tareas de análisis.
En el caso de España, contamos con la norma ISO 9001:2015, un conjunto de estándares que las empresas pueden aplicar de manera voluntaria y que están muy relacionados con la gestión de la calidad, la satisfacción del cliente y, sobre todo, con el enfoque de los procesos y la mejora de las compañías.
Pasos para desarrollar una estrategia de gestión de riesgos
Si estás pensando en implementar una estrategia de gestión de riesgos, te será de utilidad seguir los siguientes pasos:
1. Identificación
Es el proceso más complejo y amplio. Consiste en listar cualquier riesgo potencial que pudiera afectar al éxito del proyecto. Es importante que en esta fase de identificación participen tanto los miembros del equipo, como aquel personal de la empresa que haya trabajado en proyectos similares. En este sentido, el conocimiento de la empresa y de la competencia serán muy útiles para contemplar los diferentes tipos de riesgo. Asimismo, este estudio ha de ser sostenido en el tiempo y permanecer atento a cualquier cambio en el contexto.
2. Análisis, establecimiento de propiedades y plan de respuesta
Una vez listados todos los posibles riesgos, llega el momento de analizar cada uno de ellos por separado. Se trata de determinar la probabilidad de que se produzca cada riesgo, qué efectos puede tener sobre el proyecto o la empresa y cuál será la respuesta para revertirlos.
Es importante detectar todos aquellos riesgos potenciales cuya probabilidad de ocurrir o gravedad sean mayores. Determina el orden de prioridad de los riesgos y elabora un plan de respuesta para confrontarlos si llegan a materializarse.
3. Toma de decisiones y monitorización
En el momento de la primera evaluación de riesgos, seguramente se identifiquen puntos débiles sobre los que ya se puede actuar. Es el momento de ponerse manos a la obra e implantar acciones de mejora para solventar esos primeros peligros.
Deberás realizar un control activo de los riesgos, con el fin de determinar su estado y si requieren de tu atención. No olvides estar atento ante la aparición de nuevos riesgos y ante la posibilidad de que cambie la probabilidad de los que ya tienes detectados. Por último, evalúa el impacto de las decisiones que tomes para afrontar cada riesgo, lo que te permitirá confirmar si te están permitiendo revertirlos o minimizar su impacto o, si por el contrario, es necesario reiniciar el proceso de gestión de riesgos para encontrar nuevas salidas que puedan resultar más solventes.